BODAS DE ORO DE SALESIANOS DE DON FRANCISCO VILLALOBOS Y DON EUSEBIO MUÑOZ
 

El domingo celebramos toda la Familia Salesiana,  que D. Francisco Villalobos, Director Titular, y D. Eusebio Muñoz, natural de Pozoblanco, celebraban sus 50 años de Salesianos. Tuvimos una eucaristía en la iglesia del colegio, en la cual los dos pudieron dar gracias a Dios, Don Bosco y a Mª Auxiliadora, por estos 50 años que llevan perteneciendo a esta gran familia. Don Francisco en su homilía nos contaba que el comenzó, de pequeño haciendo un altarcito a la virgen en el cual puso una estampita de Mª Auxiliadora, que le había regalado un sacerdote de su pueblo. Al quedarse huérfano de Madre muy pequeño, su padre optó por llevarlo interno al colegio salesiano de Antequera, para que allí recibiese una educación buena. Y entrando en esta casa conoció a salesianos muy importantes que marcaron su vida, y por ellos está aquí. 


CLAUSURA DEL CURSO 2011-2012

El viernes, 15 de junio,  clausurábamos el curso en Pozoblanco, como es costumbre, comenzábamos con una eucaristía presidida por nuestro consiliario Manuel Rubio Vaquero, en la cual agradecimos a Dios y a Don Bosco el curso que estamos terminando. Después pasamos a los patios del colegio para tener una gran velada, en la cual compartimos nuestras especialidades culinarias y tuvimos unas actuaciones preparadas por algunos niños de nuestro movimiento, Maribel y Antonio nos bailaron maravillosamente, Ana y Luís nos amenizaron con su voz, también hicimos unos cuantos juegos, “aunque no hay quien pueda con el “personal”, pues son unos tramposos” ja,ja,ja… Gracias a nuestro nuevo equipo de música, que nos hemos comprado para amenizar  nuestras fiestas, nos dieron altas horas de la madrugada.
            La verdad que pasamos una noche muy agradable, en la cual participamos casi todos los grupos, pasamos de la centena de personas. Desde la comisión local tenemos que darles las gracias a todas estas personas maravillosas que componen este grandioso movimiento en Pozoblanco, pues gracias a ellos podemos organizar todas las actividades que queramos, pues ellos siempre estarán allí. GRACIAS A TODOS POR VUESTRA PARTICIPACIÓN EN TODAS LAS ACTIVIDAMES QUE LLEVAMOSA A CABO. SIN VOSOTROS NO PODRÍAMOS SER LO QUE SOMOS.












Al padre se le cae la baba

            También como Matrimonio coordinador tenemos que dar las gracias a los miembros de la Comisión Local por estar dispuestos siempre y colaborar con nosotros para hacer de este Movimiento en Pozoblanco, cada día más grande y fuerte.

GRACIAS A TODOS

VICENTE Y MARI TERE




TALLER SOBRE LAS ADICCIONES


            El día 30 de mayo tuvimos un taller sobre las adicciones, al cual asistimos un buen número de padres y un grupito de niños de diferentes edades, el taller para mayores fue impartido por Rafael Muñoz y para los niños Yolanda García, desde aquí le tenemos que dar las gracias a estas dos personas por su colaboración con este Movimiento.

            Rafa comenzó indicándonos que la diferencia generacional siempre la ha habido y siempre se ha dicho que estos jóvenes son distintos. Sobre las drogas lo primero que debemos de hacer es informarnos.

El primer punto con el que comenzar es la  COMUNICACIÓN. Empezando por informarse con un profesional. Hay que hablar con el que tiene el problema. Desde que nacen nuestros hijos hay que empezar a hablar con ellos y comunicarse.

Preguntas importantes que les debemos de hacer son ¿qué? ¿Cómo? Y  ¿Para qué? ¿Para qué empiezo hablar con él?, para que esté preparado. Si mi hijo me pregunta e inmediatamente le contesto no lo he entendido. La misión de los padres es prepararlos. Una labor muy importante de los padres es subir la autoestima de nuestros hijos.

           
La charla duró sobre unas dos horas y la verdad es que se nos quedó un poco corta, esperamos el curso que viene poder seguir con ellas.

Del taller de los niños no podemos comentar mucho, pues nosotros como es natural no asistimos, pero por lo que pudimos comentar con ellos salieron muy contentos, con el único problema, de que había niños de muy distintas edades y con todos no se podía hablar de lo mismo. El curso que viene intentaremos  solucionarlo.

Gracias nuevamente a Rafa y Yolanda.

Homilía de Benedicto XVI en el VII Encuentro Mundial de las Familias


Homilía de Benedicto XVI en el VII Encuentro Mundial de las Familias

Lee aquí las palabras pronunciadas por Su Santidad

Día 03/06/2012 - 12.22h
Venerados hermanos, Ilustres autoridades, Queridos hermanos y hermanas:
Es un gran momento de alegría y comunión el que vivimos esta mañana, con la celebración del sacrificio eucarístico. Una gran asamblea, reunida con el Sucesor de Pedro, formada por fieles de muchas naciones. Es una imagen expresiva de la Iglesia, una y universal, fundada por Cristo y fruto de aquella misión que, como hemos escuchado en el evangelio, Jesús confió a sus apóstoles: Ir y hacer discípulos a todos los pueblos, «bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 18-19). Saludo con afecto y reconocimiento al Cardenal Angelo Scola, Arzobispo de Milán, y al Cardenal Ennio Antonelli, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, artífices principales de este VII Encuentro Mundial de las Familias, así como a sus colaboradores, a los obispos auxiliares de Milán y a los demás obispos. Saludo con alegría a todas las autoridades presentes. Mi abrazo cordial va dirigido sobre todo a vosotras, queridas familias. Gracias por vuestra participación.
En la segunda lectura, el apóstol Pablo nos ha recordado que en el bautismo hemos recibido el Espíritu Santo, que nos une a Cristo como hermanos y como hijos nos relaciona con el Padre, de tal manera que podemos gritar: «¡Abba, Padre!» (cf. Rm 8, 15.17). En aquel momento se nos dio un germen de vida nueva, divina, que hay que desarrollar hasta su cumplimiento definitivo en la gloria celestial; hemos sido hechos miembros de la Iglesia, la familia de Dios, «sacrarium Trinitatis», según la define san Ambrosio, pueblo que, como dice el Concilio Vaticano II, aparece «unido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Const. Lumen gentium, 4).
La solemnidad litúrgica de la Santísima Trinidad, que celebramos hoy, nos invita a contemplar ese misterio, pero nos impulsa también al compromiso de vivir la comunión con Dios y entre nosotros según el modelo de la Trinidad. Estamos llamados a acoger y transmitir de modo concorde las verdades de la fe; a vivir el amor recíproco y hacia todos, compartiendo gozos y sufrimientos, aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorando los diferentes carismas bajo la guía de los pastores. En una palabra, se nos ha confiado la tarea de edificar comunidades eclesiales que sean cada vez más una familia, capaces de reflejar la belleza de la Trinidad y de evangelizar no sólo con la palabra. Más bien diría por «irradiación», con la fuerza del amor vivido.
La familia, fundada sobre el matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada al igual que la Iglesia a ser imagen del Dios Único en Tres Personas. Al principio, en efecto, «creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: "Creced, multiplicaos"» (Gn 1, 27-28). Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida.
El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de Dios. Queridos esposos, viviendo el matrimonio no os dais cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y vuestro amor es fecundo, en primer lugar, para vosotros mismos, porque deseáis y realizáis el bien el uno al otro, experimentando la alegría del recibir y del dar. Es fecundo también en la procreación, generosa y responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y en la educación metódica y sabia.
Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación. Queridos esposos, cuidad a vuestros hijos y, en un mundo dominado por la técnica, transmitidles, con serenidad y confianza, razones para vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en las debilidades. Pero también vosotros, hijos, procurad mantener siempre una relación de afecto profundo y de cuidado diligente hacia vuestros padres, y también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una oportunidad para crecer en el amor.
El proyecto de Dios sobre la pareja humana encuentra su plenitud en Jesucristo, que elevó el matrimonio a sacramento. Queridos esposos, Cristo, con un don especial del Espíritu Santo, os hace partícipes de su amor esponsal, haciéndoos signo de su amor por la Iglesia: un amor fiel y total.
Si, con la fuerza que viene de la gracia del sacramento, sabéis acoger este don, renovando cada día, con fe, vuestro «sí», también vuestra familia vivirá del amor de Dios, según el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret. Queridas familias, pedid con frecuencia en la oración la ayuda de la Virgen María y de san José, para que os enseñen a acoger el amor de Dios como ellos lo acogieron. Vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo. Ante vosotros está el testimonio de tantas familias, que señalan los caminos para crecer en el amor: mantener una relación constante con Dios y participar en la vida eclesial, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro, estar dispuestos a servir, tener paciencia con los defectos de los demás, saber perdonar y pedir perdón, superar con inteligencia y humildad los posibles conflictos, acordar las orientaciones educativas, estar abiertos a las demás familias, atentos con los pobres, responsables en la sociedad civil.
Todos estos elementos construyen la familia. Vividlos con valentía, con la seguridad de que en la medida en que viváis el amor recíproco y hacia todos, con la ayuda de la gracia divina, os convertiréis en evangelio vivo, una verdadera Iglesia doméstica (cf. Exh. ap. Familiaris consortio, 49). Quisiera dirigir unas palabras también a los fieles que, aun compartiendo las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia, están marcados por las experiencias dolorosas del fracaso y la separación. Sabed que el Papa y la Iglesia os sostienen en vuestra dificultad. Os animo a permanecer unidos a vuestras comunidades, al mismo tiempo que espero que las diócesis pongan en marcha adecuadas iniciativas de acogida y cercanía.
En el libro del Génesis, Dios confía su creación a la pareja humana, para que la guarde, la cultive, la encamine según su proyecto (cf. 1,27-28; 2,15). En esta indicación podemos comprender la tarea del hombre y la mujer como colaboradores de Dios para transformar el mundo, a través del trabajo, la ciencia y la técnica. El hombre y la mujer son imagen de Dios también en esta obra preciosa, que han de cumplir con el mismo amor del Creador. Vemos que, en las modernas teorías económicas, prevalece con frecuencia una concepción utilitarista del trabajo, la producción y el mercado.
El proyecto de Dios y la experiencia misma muestran, sin embargo, que no es la lógica unilateral del provecho propio y del máximo beneficio lo que contribuye a un desarrollo armónico, al bien de la familia y a edificar una sociedad más justa, ya que supone una competencia exasperada, fuertes desigualdades, degradación del medio ambiente, carrera consumista, pobreza en las familias. Es más, la mentalidad utilitarista tiende a extenderse también a las relaciones interpersonales y familiares, reduciéndolas a simples convergencias precarias de intereses individuales y minando la solidez del tejido social.
Un último elemento. El hombre, en cuanto imagen de Dios, está también llamado al descanso y a la fiesta. El relato de la creación concluye con estas palabras: «Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró» (Gn 2,2-3). Para nosotros, cristianos, el día de fiesta es el domingo, día del Señor, pascua semanal.
Es el día de la Iglesia, asamblea convocada por el Señor alrededor de la mesa de la palabra y del sacrificio eucarístico, como estamos haciendo hoy, para alimentarnos de él, entrar en su amor y vivir de su amor. Es el día del hombre y de sus valores: convivialidad, amistad, solidaridad, cultura, contacto con la naturaleza, juego, deporte. Es el día de la familia, en el que se vive juntos el sentido de la fiesta, del encuentro, del compartir, también en la participación de la santa Misa. Queridas familias, a pesar del ritmo frenético de nuestra época, no perdáis el sentido del día del Señor. Es como el oasis en el que detenerse para saborear la alegría del encuentro y calmar nuestra sed de Dios.
Familia, trabajo, fiesta: tres dones de Dios, tres dimensiones de nuestra existencia que han de encontrar un equilibrio armónico. Armonizar el tiempo del trabajo y las exigencias de la familia, la profesión y la maternidad, el trabajo y la fiesta, es importante para construir una sociedad de rostro humano. A este respecto, privilegiad siempre la lógica del ser respecto a la del tener: la primera construye, la segunda termina por destruir. Es necesario aprender, antes de nada en familia, a creer en el amor auténtico, el que viene de Dios y nos une a él y precisamente por eso «nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea "todo para todos" (1 Co 15,28)» (Enc. Deus caritas est, 18). Amén

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