Buenas
noticias
«DESDE
LA PAZ»
nº 350
- 2 diciembre 2012
Benedicto XVI
«Creo en la Iglesia, una, santa, católica y
apostólica».
Las notas
características de la Iglesia responden al designio divino, como afirma
el Catecismo de la Iglesia Católica: «Es Cristo, quien, por el Espíritu
Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es,
también, quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades». Y, precisamente,
la Iglesia
es católica porque Cristo abraza, en su misión de salvación, a toda la
humanidad. Jesús no envía su Iglesia
a un grupo, sino a todo el género humano para reunirlo,
en la fe, en un único pueblo
con el fin de salvarlo. «Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo,
uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos,
para que así se cumpla el designio de Dios». A partir la promesa de Jesús, la
Iglesia, con la «fuerza del Espíritu Santo», anuncia al Señor muerto y
resucitado: «en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del
mundo»
(Hch 1,8). Por tanto, la misión universal de la Iglesia no sube desde abajo,
sino que desciende de lo alto, del Espíritu Santo, y está orientada desde el primer
instante para expresarse a toda cultura para formar así el único Pueblo de Dios. Y en los comienzos
del camino de la Iglesia, los Apóstoles se ponen en marcha sin ninguna seguridad
humana, sino con la sola fuerza del Espíritu
Santo, del Evangelio y de la fe.
En la Solemnidad de Cristo Rey, el
Papa recuerda que el poder del amor y de la verdad de Jesús jamás será
destruido. El último domingo del año litúrgico, la
Iglesia, celebramos al Señor Jesús como Rey del universo. Según el evangelio de
san Juan, Jesús se encuentra en la situación humillante de acusado. Arrestado,
insultado, escarnecido, y sus enemigos esperan sea condenado al suplicio de la
cruz. Lo han presentado ante Pilato como uno que aspira al poder político, como
sedicioso rey de los judíos…, desde aquel momento el camino hacia la Cruz se hace
cada vez más claro; allí, en el supremo acto de amor, resplandecerá el reino
prometido, el reino de Dios. Pero la gente no comprende; están defraudados, y
Jesús se retira, solo, al monte a rezar…, también los discípulos, a pesar de
haber compartido la vida con Jesús y escuchado sus palabras, pensaban en un
reino político, instaurado con ayuda de la fuerza. En Getsemaní, Pedro
desenvainando su espada comenzó a luchar, pero Jesús lo detuvo (Jn 18). No quiere que se le
defienda con las armas; quiere cumplir la voluntad del Padre hasta el final y
establecer su reino, no con violencia, sino con la aparente debilidad del amor
que da la vida. El reino de Dios es distinto a los de la tierra.
Jesús ha venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; ha
venido para dar testimonio de la verdad de un Dios, que es, amor (1Jn 4,8-16) y que quiere
establecer un reino de justicia, de amor y de paz (Prefacio). Quien está abierto
al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para entrar en el reino de
Dios. Jesús manifestó su gloria: la de amar hasta el extremo, dando la propia
vida por las personas que amaba. Ésta es la revelación del reino de Jesús. Y
por esto, con un solo corazón, cada día, rezamos: «Adveniat regnum tuum». Amén.
¿Cómo hablar de Dios en nuestro
tiempo?, el Papa en su catequesis nos dice:
¿Cómo comunicar el
Evangelio, para abrir caminos a su verdad salvífica en el corazón de nuestros
contemporáneos, a menudo cerrado, y su mente, a veces distraída por los
destellos de la sociedad? El mismo Jesús, al anunciar el Reino de Dios,
preguntó: ¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios?
¿Qué parábola nos servirá para representarlo?" (Mc 4, 30).
Cómo hablar de Dios
hoy: La respuesta es, que: podemos hablar de Dios, porque Dios ha hablado con
nosotros. Y para hablar de Él, tenemos que escuchar lo que nos ha dicho el
mismo Dios.
Dios se preocupa por
nosotros, y nos ama, Dios ha entrado personalmente en la realidad de nuestra
historia…, hasta encarnarse. Dios es una realidad de nuestra vida, y es tan
grande, que tiene tiempo también para nosotros, que puede ocuparse, y se ocupa,
de nosotros.
En Jesús, vemos el
rostro de Dios, que ha bajado de su Cielo, para sumergirse en nuestro mundo y
enseñarnos el "arte de vivir" el camino hacia la felicidad; para
liberarnos del pecado y hacernos plenamente hijos de Dios (Ef 1, 5, Rom 8, 14).
Hablar de Dios requiere,
familiaridad con Jesús y su Evangelio, conocimiento personal y real de Dios y
una gran pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del
éxito, sino siguiendo el método de Dios mismo.
El método de Dios es el
de la humildad. Hacerse uno de
nosotros, es el método que cumple en la Encarnación, en la humilde casa de
Nazaret y en la gruta de Belén, en la parábola del grano de mostaza. Requiere
no temer la humildad de los pequeños pasos y confiar en la levadura, que
penetra en la masa y la hace crecer lentamente (Mt 13, 33).
Al hablar de Dios, bajo
la guía del Espíritu Santo, es necesario volver a lo esencial del anuncio: la
Buena Nueva de un Dios, real, concreto, que se preocupa por nosotros, de un
Dios-Amor que se acerca a nosotros en Jesucristo, hasta la Cruz y que, en la
Resurrección nos dona la esperanza y nos abre a una vida que no tiene fin, la
vida eterna.
El hablar de Dios nace de la escucha, de
nuestro conocimiento de Dios, crece en la vida de oración y según los
mandamientos.
Comunicar la fe,
para san Pablo supone, decir abierta y públicamente lo que ha visto y oído en
el encuentro con Cristo, lo que ha experimentado en su vida transformada por
aquel encuentro; y llevar a Jesús, sintiéndolo en sí mismo; porque es el
verdadero sentido de su vida, y pueda quedar claro para todos, que Él, es necesario
para el mundo y decisivo para la libertad de cada hombre. El Apóstol no se contentó con proclamar
sus palabras, sino que comprometió toda su vida, en la gran obra de la fe.
Para hablar de Dios,
tenemos que dejarle espacio, en la esperanza de que es Él quien actúa en
nuestra debilidad.
Hablar de Dios, en la
familia, primera escuela para comunicar la fe. El Concilio Vaticano pone a los
padres como primeros responsables de la educación, en abrir la conciencia de
los pequeños al amor de Dios, porque es esencial para la vida de la fe de sus
hijos. Es importante la vigilancia, y aprovechar las oportunidades favorables,
y hacer madurar una reflexión crítica respecto a las influencias a que están
sometidos los hijos. Y también, sensibilidad en el reconocimiento de las
posibles preguntas religiosas que se hacen los niños, a veces ocultas, veladas.
Después está la alegría:
la comunicación de la fe, debe tener un tono de alegría. Es la alegría de la
Pascua, que no oculta la realidad del dolor, del sufrimiento, la fatiga, las
dificultades, la incomprensión y la muerte misma, sino que debe ofrecer
criterios para su interpretación, desde la perspectiva de la esperanza
cristiana.
Esta nueva capacidad de
ver, con los mismos ojos de Dios, cada situación. Es importante ayudar a todos los miembros
de la familia a comprender que la fe no es una carga sino, que es, fuente de
alegría profunda, para percibir la acción de Dios, y reconocer la presencia del
bien, que no hace ruido,
Conservar el latín ayudará a
generaciones futuras a conocer la fe.
El profesor Ivano
Dionigi, presidente de la Pontificia Academia de Latinidad, afirma que su labor
servirá para dar respuestas a las generaciones del futuro, ante cualquier duda
que pueda surgir sobre su fe.
El Presidente del
Pontificio Consejo para la Cultura, Cardenal Gianfranco Ravasi, y el Secretario
de Estado Vaticano, Cardenal Tarcisio Bertone, presentaron la nueva Academia de
Latinidad.
Benedicto XVI dijo que desde Pentecostés, la
Iglesia habla y ora, en todas las lenguas pero, las comunidades cristianas de
los primeros siglos usaron el griego y el latín, para la comunicación universal
del mundo en que vivían. Gracias a ellos pasaron, a las nuevas generaciones la
Palabra de Cristo. “Los textos son siempre en latín y griego, y conocer el
latín, ayudará a responder preguntas sobre nuestra fe. De lo contrario, estamos
en riesgo de hacer discursos sin sentido”.
Es importante que el
latín sea hondamente conocido especialmente en escuelas y universidades
religiosas y seminarios, para los estudios de ética, de teología,…. “El latín
no es un fin, sino un medio para otras disciplinas”, una lengua en riesgo de
desaparecer, …, el Papa indicó también que la Iglesia debe conservar el latín y
promoverlo, para perpetuar la formación y transmisión del saber.
"Mi verdadera obra de arte es la
familia". David López Ribes, recibió el Premio de pintura concedido por
las Academias Pontificias en el Vaticano. Es valenciano, padre de familia con
seis hijos, y afirmó que no tiene una obra maestra producto de su arte, "pero
si hubiera una, sin duda, sería mi familia". Es artista multidisciplinar
dedicado a la pintura, escultura, video-arte, que, colabora con el fundador del
Camino Neocatecumenal, Kiko Argüello, en una propuesta estética, “para poner al
servicio de la Iglesia, de la fe, y de la liturgia, pero también para entablar
un diálogo, a través del arte, con el hombre contemporáneo que no entra en el
templo, en la Iglesia ". La meta del hombre es encontrar la belleza, y él la
ha encontrado. "Es Cristo, y queremos compartirlo, cuando vemos al hombre
sumido en un proceso de desacralización, y pérdida de transcendencia".
"Mi trabajo está
enfocado a devolver a la imagen, el misterio, la transcendencia y el espíritu a
través de la pintura, de la escultura y el video arte, lenguaje radical que
tiene muchas posibilidades espirituales".
Ante la tumba del Beato Juan Pablo II, a quien
se siente profundamente ligado. "Le pidió: si va a ser bueno para la fe de
mis hijos, ayúdame. Si no, no lo quiero". … y una llamada desde Roma… El
Papa, vistos los finalistas, decidió darle el premio. "Era una noticia
extraordinaria, y pensé, que… Era el día del Beato Juan Pablo II. Está
clarísimo, tengo que ir con mis hijos, con todos los niños".
El Papa Benedicto XVI,
explicó -en carta leída por el Secretario de Estado, Cardenal Tarsicio
Bertone-, que la belleza de la fe, no puede ser nunca obstáculo para la belleza
artística, porque constituye "su último horizonte".
La ignorancia religiosa es uno de los
grandes problemas de nuestro tiempo.
El Papa recordó a los
prelados franceses que “la Buena Nueva que han de anunciar, se resume en pocas
palabras: Dios es el creador del hombre; y su Hijo, Jesús, nos muestra su amor
a la humanidad: "Dios es amor", y desea la felicidad de sus
criaturas, de todos sus hijos. Para responder a preguntas fundamentales de la
existencia humana, Cristo fundó su Iglesia para que todos los hombres pudieran conocerlas.
Por eso, uno de los problemas más graves de nuestro tiempo es: la ignorancia
religiosa en que viven muchos, incluidos los católicos”.
“Por ese motivo, la
nueva evangelización en que la Iglesia está firmemente comprometida, asume una
urgencia especial. Y un obstáculo muy fuerte para nuestra misión pastoral es,
la ignorancia del contenido de la fe. Se trata de una doble ignorancia: la
ignorancia de, la persona de Jesucristo y de la sublimidad de sus enseñanzas,
de su valor universal y permanente en la búsqueda del sentido de la vida y de
la felicidad. Esta ignorancia lleva también a las nuevas generaciones a la
incapacidad, de comprender la historia y, de sentirse herederas de la tradición
que ha modelado la vida, la sociedad, el arte y cultura europeas”.
“La Iglesia, en Europa,
no puede permanecer indiferente ante la disminución de vocaciones, ordenaciones
y otros tipos de llamada que Dios suscita en la Iglesia. Urge movilizar todas
las energías disponibles, para que los jóvenes puedan escuchar la voz del
Señor. Dios llama a quien quiere y cuando quiere.
Las familias y
comunidades cristianas siguen siendo terrenos favorables”.
El Papa, elogió las
iniciativas de algunas diócesis francesas que promueven el conocimiento de la
teología entre los jóvenes que estudian otras disciplinas. “La teología es una fuente de sabiduría, de
alegría, que no se puede limitar a los seminaristas, sacerdotes y personas
consagradas”.
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