LECTIO DIVINA

         Lectio  divina             Fuente: DABAR
  Domingo X T.O. Ciclo “C”. 9 de junio de 2013
1Re 17, 17-24; Sal 29, 2-6. 11-13; Gal 1, 11-19; Lc 7, 11-17
1.      Oración inicial:
Oh, Dios, que te compadeces del sufrimiento humano, como la viuda de Naín nos sentimos solos y desamparados, por eso te pedimos que alimentes nuestros corazones con el don generoso de tu Palabra.

2. Lectura comprensiva: LUCAS 7,11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores. Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo». La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
3. Comentario bíblico:
a. Aclaraciones al Texto
V.11 Mucho gentío. Acompañando a Jesús.
V.12 Cuando estaba cerca de la ciudad. Literalmente: al llegar a la puerta de la ciudad. Debía tratarse de una población pequeña, con una única puerta de salida y acceso a la misma. El nombre de la población aparece sólo aquí en toda la Biblia. Un gentío considerable. Acompañando a la viuda. Un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. En una sociedad  donde el varón lo era todo, ¿quién y qué era jurídicamente una viuda que perdía el único agarradero que aún le quedaba? Nadie, nada. Bíblicamente, en cambio, una viuda era un miembro del Pueblo de Dios a quien los otros miembros no podían abandonar a su suerte.
V.13 El Señor. Primera vez que Lucas designa a Jesús con este título divino absoluto, aquí con la connotación evidente de Señor de la Vida.  Le dio lástima. Se compadeció. El verbo es peculiar de los evangelios sinópticos y, exceptuando las parábolas, el sujeto de la compasión es siempre y solo Jesús. ¡No llores! Más exactamente: ¡Deja de llorar!
V.14 Se acercó al ataúd. Más exactamente: Acercándose, tocó el ataúd. Éste no era una pieza cerrada, sino un tablero o camilla, en que se colocaba el cadáver con el cuerpo envuelto y la cara al descubierto. Era la costumbre habitual griega y romana, y parece también que judía. ¡A ti te lo digo! Ti enfático.
V.15 Se incorporó. Sólo aquí y en Hechos 9,40 (escrito también por Lucas) aparece este término en todo el Nuevo Testamento. V.16 Todos, sobrecogidos. Literalmente: el miedo se apoderó de todos. Miedo como asombro, estupefacción, sobrecogimiento respetuoso. No se habla de alegría incontenible de los asistentes, de la que probablemente se hubiera hablado de haberse tratado de un relato inventado. Daban gloria a Dios. Alababan a Dios. Dios ha visitado. Visitar en sentido de interesarse por alguien, de conocer su situación, en sentido favorable de ayuda (en línea con la acepción del término en Éx.4,31 y como lo ha empleado Lucas en 1,68.78) y no en sentido punitivo. 
V.17 La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera. Esta traducción necesita unos cambios. Primero. Lo divulgado no es el hecho de la resurrección del hijo de la viuda, sino la valoración del gentío sobre Jesús: Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. Segundo.  El orden geográfico es el inverso del propuesto en la traducción: por Judea entera y por la comarca en torno a Judea (no en torno a Naín). Judea no está usado en sentido restringido (Judea, en contraposición a Galilea, Samaría y Perea), sino  en sentido amplio de nación judía, diferenciada de las naciones no judías circundantes. La traducción quedaría así: Y esto que se decía de Él llegó a todo el país judío y a todos los países circundantes.
b. Texto
¿Qué dice en sí mismo?
Procuremos que sea sólo el texto el que nos hable. Éste habla  de gentío llegando y de gentío considerable saliendo. La localidad y el lugar concreto se mencionan con precisión: Naín, puerta de acceso y de salida. La circunstancia también se menciona con precisión: conducción de un cadáver. En este  punto, las precisiones del texto aumentan en un crescendo trágico: difunto-hijo único-de madre viuda. El acompañamiento masivo de convecinos subraya en silencio la magnitud trágica del hecho.
Por primera vez en lo que lleva de evangelio escrito, el evangelista Lucas habla de Jesús en términos absolutos: el Señor; es su  modo particular de expresar que la magnitud salvadora de Jesús no era menor que la magnitud destructora de la muerte.
La situación de la viuda le entró al Señor por los ojos y le llegó a las entrañas: El Señor se compadeció. Y solo le dijo dos palabras: Deja de llorar. Aquella viuda podía no ser nadie desde una perspectiva meramente jurídica, pero desde la perspectiva de Jesús, aquella viuda  era alguien: era ella, era miembro del Pueblo de Dios, era hija de Dios.  Pero,  ¿podía acaso no llorar aquella viuda? ¿Qué otra cosa le quedaba sino el llanto? ¿Podía Jesús decirle que dejara de llorar? Sí podía, porque era el Señor. Jesús, sabiéndose con el poder salvador de Dios, tocó con su mano el ataúd, portador del hijo de la viuda muerto. Los que llevaban el ataúd entendieron el sentido del gesto y se detuvieron. La situación es decididamente sagrada. ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!
Las pocas palabras de Jesús (a la viuda y al muchacho) fueron tan breves, claras, inesperadas y sencillas de entender como para quedar grabadas sin dificultad en las mentes de todos los presentes y no ser jamás olvidadas; fueron tan públicamente pronunciadas como para poder contrastarse y confirmarse con toda garantía la verdad de las mismas. A la vista del mucho gentío, Jesús había devuelto la vida al muchacho muerto con el único poder divino de la palabra salvadora. Todos los convecinos volvían a ver vivo al muchacho con su madre. Ésta había experimentado la compasión del Señor Jesús, su misericordia.
Ambos grupos de gente, los que habían llegado acompañando a Jesús y los que lo habían hecho acompañando a la viuda, habían experimentado la presencia real de Dios en medio de ellos. Tras un comprensible primer sentimiento de sobrecogimiento ante una experiencia como la vivida, el segundo y más reflexivo sentimiento fue de agradecimiento y de alabanza a Dios por haberles dado a Jesús. Tras siglos de silencio profético, en Jesús tenían un gran Profeta. Gracias a Jesús descubrieron que Dios no se había olvidado de ellos.
4. Meditación:
a. Indicaciones para nuestra vida
¿Qué dice para mí?
Jesús es la garantía históricamente verificable de que Dios no se olvida de nosotros. Más aún: no solo de que no se olvida de nosotros, sino de que contamos para Dios. Tú, yo, el otro, el de más allá, todos y cada uno contamos para Dios. Las entrañas de Jesús así nos lo manifiestan. Y Jesús, vuelvo a decirlo, es alguien históricamente verificable. Jesús no es una invención, no es un mito, no es una proyección de deseos humanos. Jesús es el Señor, comprobado y verificado por sus contemporáneos, tanto si eran seguidores suyos, como si no lo eran. Por Jesús sabemos con certeza que nada de lo humano le es ajeno o indiferente a Dios.
b. Preguntas y cuestiones
¿Dios también ha visitado vida?
¿En qué se nota?
La viuda se ve liberada de lo que le supondría quedarse sola en la vida, ¿qué liberación he experimentado yo?
¿Soy capaz de reconocer a los profetas que me anuncian al Profeta?
5, Contemplación:
Con el relato de la intervención de Jesús en  la vida de la viuda de Naín,  Lucas nos destaca la importancia de varias cosas. En primer lugar,  que para Jesús es esencial  plantarle cara a la muerte…  y a la inmovilidad. Al decirle al muchacho que se levante, que se mueva, que camine,  le da la vida, y nos llama a los que estamos vivos a movernos, a interesarnos, a salir de casa para cuidar unos de otros, para cambiar las cosas, para ayudar.  La vida es importante, y llenarla de días llenos, también. Aunque implique –tantas veces- sufrimiento, la vida no es para sufrir. Y estamos aquí para aliviar el sufrimiento de nuestro prójimo.
6. Oración:

Te damos gracias, Señor, porque nos has entregado a tu Hijo, un Hijo cercano a nosotros, conocedor de nuestras limitaciones y debilidades, un Hijo que se compadece del dolor ajeno,  un Hijo misericordioso que es capaz de ponerse en el lugar del otro. Él nos ha dejado su Espíritu para guiarnos y animarnos. Él está junto a nosotros y nos ayuda a sobrellevar nuestras pérdidas. Él se nos entrega como alimento para que no nos falte nunca la vida.

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