LECTIO DIVINA

Lectio  divina             Fuente: DABAR
  Domingo XI TO Ciclo “C”   16. Junio. 2013
2Sam 12, 7-10.13; Sal 31, 1-2.5.7.11; Gal 2-16.19-21; Lc 7, 36 – 8, 3
1.      Oración inicial:
Dios, Padre bueno, que has creado el cielo y la tierra y has puesto al hombre al frente de tu obra para saber cuidarla para prolongar y actualizar, así, tu acción creadora; infunde en todos los hombres la responsabilidad necesaria para saber proteger y agradecer cuanto has puesto a su servicio.

2. Lectura comprensiva: Lucas 7,36‑50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora». Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Él respondió: «Dímelo, maestro». Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente». Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama». Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados». Los demás convidados empezaron a decir entre si: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».
3. Comentario bíblico:
a. Aclaraciones al Texto
V.36 Un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Lucas es el único evangelista que habla de invitaciones de los fariseos a Jesús y, en esta ocasión, incluso con mención explícita del nombre del anfitrión: Simón (vs.40 y 43).  Fariseo. Persona profundamente religiosa,  para quien Dios y la Ley de Dios eran los  guías de su vida. Se recostó a la mesa. Se tendió  en un diván, apoyado sobre un codo, con las rodillas dobladas y los pies descalzos dirigidos hacia fuera. Esta posición de los pies explica la colocación de la mujer junto a ellos en la escena siguiente.
V.37 Una pecadora. El trato de Jesús con pecadores y la crítica a Jesús por ese trato responden a recuerdos imborrables relativos a la misión de Jesús.
V.38 Besar los pies. Signo de profundo respeto.
V.39 Se dijo. Reflexivo: para sí, para sus adentros.
V.40 Tengo algo que decirte. Forma cortés de pedir la palabra.
V.42 Los perdonó. Literalmente: los agració.  El mismo verbo se repite en el v.43. Es importante resaltar el componente de gracia, de don. Este “agraciamiento” (perdón por esta bonita palabra, que no existe en el Diccionario de la RAE), esta experiencia de gracia  generará como respuesta el amor agradecido de la personas agraciadas.  ¿Cuál de los dos lo amará más? Pregunta clave para lo que seguirá después. Atención al adverbio más (en griego, comparativo de mucho).
Vs.44-46 Agua, Beso, Unción: elementos habituales del ritual de reconocimiento y bienvenida que los anfitriones dispensaban a sus huéspedes. 
V.47 En este versículo es importante prestar atención a la doble repetición y contraposición mucho y poco.
V.49 A decir entre sí. Más correcto: A decirse. Reflexivo, al igual que en el v.39 (para sí, para sus adentros).  
V.50 Vete en paz. Expresión de bienestar completo y duradero, cimentado en Dios.       
V.2 Magdalena. Adjetivo gentilicio (de Magdala,  en la orilla galilea del lago de Genesaret, entre Cafarnaún y Tiberíades). Vuelta a mencionar en 24,10. De la que habían salido siete demonios siete demonios. Expresión de posesión diabólica extraordinariamente maligna.
V.3 Juana. Vuelta a mencionar en 24,10. Susana. Única mención  aquí. Le ayudaban con sus bienes. La crítica textual apoya más la lectura plural les (en referencia a Jesús y los Doce) que la singular del texto litúrgico le (en referencia exclusivamente a Jesús).
b. Texto
¿Qué dice en sí mismo?
Dos partes (7,36-50 y 8,1-3). El hecho de que ambas se encuentren exclusivamente en el evangelio de Lucas no les resta en absoluto credibilidad histórica. Dato común en ambas partes: presencia femenina significativa.
Primera parte 7,36-50
El relato es de los que entran por los ojos. La mujer que irrumpe en él no está nombrada, pero está motejada: Si éste fuera profeta, sabría quién es y lo que es esta mujer: una pecadora. Si se la podía motejar de infractora de la Ley, era porque se la conocía.
Pero, ¿y Jesús, conocía Jesús a la mujer?, ¿la conocía como pecadora? Lo que no genera duda alguna es que la mujer sí conocía a Jesús y que, como consecuencia de ello, ella le dispensaba las muestras de reconocimiento que el anfitrión contemplaba, si bien éste no acertaba a comprender.
¿De qué tipo de reconocimiento se trataba?  La respuesta está articulada en un diálogo que recuerda el modelo de diálogo socrático. Simón (nótese el uso del nombre para dirigirse al anfitrión), tengo algo que decirte. Simón: Dímelo, maestro (nótese el modo de dirigirse Simón a Jesús).Jesús: Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta (transposición: uno le debía mucho y el otro, poco). Como no tenían con qué pagar los agració a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más? Simón: Supongo que aquel a quien agració más. Jesús: Has juzgado rectamente. Desde el razonamiento, Jesús ha acompañado a Simón a descubrir y formular por sí mismo la verdad que Jesús quería que descubriera: Supongo que aquel a quien agració más (transposición: supongo que amará más el que debía más).
Pero quedaba el riesgo de que esa verdad quedara reducida a puro enunciado general, sin concreción en el aquí y el ahora de las personas; quedaba por precisar el tipo de reconocimiento de la pecadora para con Jesús, reconocimiento que tanto había escandalizado a Simón. De ahí la continuación del diálogo. ¿Ves a esta mujer? (nótese que Jesús no habla de ella como pecadora sino como mujer). Los gestos que tú no has tenido conmigo los ha tenido ella, demostrando con ellos  su agradecimiento por haber sido perdonada. Ella es una mujer agradecida. Ha pasado de ser agraciada a ser agradecida, de haber pecado mucho a amar mucho. Pero al que poco se le perdona, poco ama.
Escuchando esta última afirmación, uno no puede menos de hacerse preguntas. ¿Reconocería Simón que, aunque en menor medida que la mujer, también él era deudor y que estaba necesitado de perdón? ¿Aceptaría Simón el perdón que también a él le ofrecía Jesús? Desde el texto las preguntas quedan sin respuesta.
Lo que sí queda meridianamente claro es que la mujer expresó públicamente su agradecimiento a Jesús en un medio demasiado pagado de sí mismo y, tal vez por ello, poco propicio a dejarse agraciar por Jesús. La mujer sintió necesidad de expresar su agradecimiento a Jesús y lo hizo. Y en ese medio pagado de sí mismo Jesús volvió a asegurar a aquella mujer, valiente y humilde, que era una mujer perdonada. Estás perdonada. Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Segunda parte 8,1-3
Información sucinta, exclusiva de Lucas en lo tocante a la presencia femenina, presencia que, por lo demás, ofrece las máximas garantías de credibilidad histórica.
La presencia femenina la introduce Lucas como sigue: Acompañaban a Jesús los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades. Lucas no habla de mujeres en general sino de mujeres concretas, de mujeres curadas por Jesús. En términos de sintaxis, lo relevante no es el núcleo nominal  (mujer), sino el adyacente o calificativo (curada). Es el calificativo lo que debió mover a Lucas a hablar de las mujeres curadas por Jesús inmediatamente después de haber hablado de la mujer perdonada por él: una y otras, todas, habían sido agraciadas por Jesús. Una con la gracia del perdón, otras con la gracia de la salud. Y todas respondieron de la misma manera: agradeciéndoselo a Jesús. Una con sus lágrimas y un costoso perfume, otras con sus bienes.
4. Meditación:
a. Indicaciones para nuestra vida
¿Qué dice para mí?
Todo el texto es una invitación a ser agradecidos a Dios. Ello presupone revisar nuestras maneras y modos de relacionarnos con Él, de hablar con Él,  de contar con Él, de estar disponibles para Él. Por Jesús podemos saber con certeza quién y cómo es Dios. ¿Conocemos ese saber sobre Dios desde el que Jesús vivió y que Jesús nos transmitió? ¿Sabemos, por ejemplo,  que Dios cuida siempre de nosotros? Hagamos la prueba de buscar señales, muestras de ese cuidado. Las encontraremos. Seguro. Como también será seguro que encontraremos la manera, el detalle con que agradecérselo.
b. Preguntas y cuestiones
- Revisar nuestro concepto de fe
- ¿Hasta qué punto ponemos nuestra confianza en nosotros mismo y en nuestras buenas obras?
- Por estar libre de la ley, ¿me considero exento de conductas éticas?
- ¿Nos cuesta perdonar?. ¿Cuál es nuestra experiencia de perdonar y ser perdonados?
5, Contemplación:
Nos autojustificamos como el fariseo pensando que yo no hago mal, al menos grandes males a nadie, que somos cristianillos mediocres, que ni fu ni fa. Pudiera ser que nos conformamos con sentirnos medianamente queridos por Dios, porque medianamente le amamos nosotros. No pensamos que haya mucho que perdonársenos y por eso nuestro agradecimiento es igualmente superficial y mediano. En las situaciones vitales duras la tentación es pensar que Dios nos ha olvidado, que pasa de nosotros, no que pasa (que las pasa) con nosotros. Es un camino de verdadero discernimiento interior conocer qué de nosotros nos mantiene alejados de Dios, en el error y desenfocados. Cuanta más verdad pongamos en nuestra conciencia de pecado más necesidad tendremos de pedir perdón y de recibirlo. Entonces nos sabremos amados en abundancia y misericordia. Cuanto más perdón más agradecimiento.
6. Oración:

Te damos gracias, Señor, por todo cuanto haces por nosotros. Pero, dentro de todo, es necesario alabarte primero por la vida que nos has dado. Porque no solo por el azar es como fuimos engendrados, sino que tu providencia amorosa pensó en cada uno de nosotros para ser llamados a la vida. Esa elección es pura gracia tuya. Es más, nos has dado la vida para compartir con nosotros tu ser, tu amor y tu eternidad. Así, has previsto para todos tus hijos un proyecto de felicidad, a tu lado, para siempre. Por eso, te damos las gracias, te cantamos y te alabamos sin cesar.

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