Lectio divina Fuente: DABAR
Domingo_30º T.O. Ciclo “C” 27 de Octubre de 2013
Eclo 35, 12-14.16-18; Sal 33, 2-3.17-19.23; 2 Tim 4, 6-8.16-18; Lc 18, 9-14
1.
Oración inicial:
Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y, para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos.
2.
Lectura comprensiva: LUCAS 18,9 14
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de si mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
3. Comentario bíblico:
a. Aclaraciones al Texto
V.9 Justos. Cumplidores de la Ley de Dios y de las orientaciones de los maestros en la adaptación de esa Ley a las circunstancias nuevas.
V.10 Subieron al templo. Desde la ciudad había que subir a lo alto del monte Moria, donde estaba el Templo. Fariseo. Prototipo de justo. Publicano. Prototipo de pecador por prácticas abusivas en la recaudación de impuestos.
V.11 Erguido. Mejor: De pie, postura habitual de los judíos cuando oraban. La connotación negativa en el caso del fariseo no hay que buscarla en la postura adoptada, sino en el tipo de oración.
V.12 Ayuno dos veces por semana. Práctica voluntaria, no obligatoria; el fariseo presume de hacer más de a lo que estaba obligado (supererogación). Los dos días de ayuno voluntario eran los lunes y los viernes, en recuerdo de la tradición de la subida de Moisés al Sinaí en jueves y de su bajada en lunes. Pago el diezmo por todo lo que tengo (patrimonio). Traducción inexacta, basada en la versión latina llamada Vulgata, pero no en el texto griego: Pago el diezmo por todo lo que adquiero (ingresos, ganancias). Dado que la obligación del diezmo recaía en el patrimonio o capital y no en los ingresos o ganancias, también aquí el fariseo presume de hacer más de a lo que estaba obligado (supererogación): al diezmo obligatorio por el patrimonio poseído, él añadía voluntariamente el diezmo por los ingresos obtenidos.
V.13 Se quedó atrás. Habría que añadir de pie. El verbo griego para la postura adoptada por el publicano es el mismo que en el caso del fariseo en el v.11. Todos los judíos oraban de pie. Golpearse el pecho. Signo de arrepentimiento.
V.14 Os digo. Fórmula para introducir con autoridad una declaración importante. Bajó a su casa. Desde el Templo había que bajar a la ciudad. Justificado. Perdonado (por Dios). Verbo en voz pasiva en el texto griego, para no pronunciar el nombre divino. Será humillado, será enaltecido. También en pasiva, por la misma razón de respeto al nombre divino. Todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.Reproducción literal de esta misma aseveración en Lc.14,11 (vigésimo segundo domingo ordinario); una de esas frases acuñadas por Jesús, fáciles de memorizar.
b. Texto
Nuevo texto exclusivo de Lucas. Su cercanía con el del domingo pasado nos permite caer en la cuenta de que ambos repiten la misma estructura: introducción del evangelista a la parábola; parábola contada por Jesús y finalizada con la misma fórmula de autoridad os digo que.
Lucas no prodigó las introducciones a las parábolas de Jesús. En realidad, solo lo hace en 18,9 (texto de hoy) y en 18,1 (domingo pasado). Se trata de indicaciones, pensando en los lectores del evangelio, de aquello a lo que estos deberán prestar especial atención en la parábola de Jesús; en este caso, a los justos pagados de sí mismos y menospreciadores de los demás.
Una vez más, la historia contada por Jesús es de las que entran por los ojos, despiertan la mente y el corazón y quedan grabadas en la memoria.
¡Oh Dios! El fariseo comienza con los ojos puestos en Dios dándole gracias por no hacer lo malo que los demás hacen y por hacer lo bueno que los demás no hacen. Comienza con los ojos puestos en Dios, cuando en realidad no tiene ojos más que para sí mismo, para hacer comparaciones y para verse superior a los demás. Un justo pagado de sí mismo y menospreciador de los demás. Un prototipo de muchas palabras.
¡Oh Dios! El publicano mantiene siempre los ojos bajos. Su único gesto corporal son golpes de pecho en señal de arrepentimiento y, si emplea la misma interpelación que el fariseo para dirigirse a Dios, es para reconocerse pecador y pedirle perdón. No se compara con nadie ni se ve superior a nadie. Un prototipo de pocas palabras. Las únicas que pronuncia el publicano y con las que termina la historia contada por Jesús son éstas: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.
Con ellas Jesús dejaba expedito el camino para hablar de Dios. Jesús siempre hablaba de Dios y desde Dios. Y lo hacía con autoridad: Os digo que éste bajó a su casa perdonado por Dios y aquél no. Éstas no son palabras de un simple humano. Jesús no era indudablemente su simple humano y por eso podía hablar con la autoridad con la que hablaba. A todo el que se enaltece lo humilla Dios y a todo el que se humilla lo enaltece Dios. De ahí que sus palabras, que no dejaban indiferente a nadie, quedaran grabadas en la memoria de los oyentes.
4. Meditación:
a. Indicaciones para nuestra vida
Nos lo ha adelantado el propio evangelista: no seamos religiosos pagados de nosotros de mismos y despreciadores de los demás. La oración agradable a Dios es la del humilde, no la del orgulloso.
Debemos huir de la religiosidad arrogante, ampulosa hasta en palabras. El religioso arrogante habla con Dios tan seguro de sí mismo que termina por eclipsar a Dios. El religioso arrogante es un dios con verbosidad excesiva.
b. Preguntas y cuestiones
Frente a Dios nadie puede considerarse justo.
La única ofrenda que Dios quiere es un corazón contrito y humillado.
¿Cómo es mi relación con Dios? ¿Cómo es mi oración, qué hago en ella?
¿Me dedico a pedirle cosas presentándole lo que de bueno pueda haber hecho? ¿Trato de utilizarlo, de engañarle o me presento con lo que realmente soy ante Él?
5, Contemplación:
El publicano se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: <<¡Oh Dios, ten compasión de este pecador!>>
6. Oración:
Señor, Tú ya sabes lo bueno que hago, porque es tu obra, y no tengo que recordártelo como si fuera mío. Lo mío es el mal que hago. Eso sí que tengo que confesarlo humildemente. No hago nada de extraordinario, uniéndome a la humilde oración del publicano. ¡Ten compasión de este pecador!
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