Ejercicio de lectio divina para el Domingo de Ramos
del ciclo C.
Amor hasta el
extremo…Lucas 22,14 - 23,56
1. Comencemos orando
Tú entras, Amado
Señor, en la gran Ciudad, como Rey, pero no como cualquier Rey. Si tú aceptas
los hosannas de la multitud de tus seguidores es porque tú tienes compasión de
esta gente buena y sencilla, cargada de problemas, de fatigas y de inquietudes,
que busca la paz y la gloria que vienen de lo alto. A todos ellos les abres
horizontes de esperanza en cada uno de tus pasos.
Tú entras, Jesús,
en la gran Ciudad, para sellar la Alianza definitiva entre Dios y la humanidad.
Desde la Cruz quieres darnos el gran abrazo del Padre, desde allí nos ves como
pequeños que necesitan ser sanados con paciencia y amabilidad de nuestros
vacíos, resistencias, temores, violencias, ambigüedades. Subes a ella, no para
condenarnos sino para dignificar nuestra vida con tu benevolencia, tu
confianza, tu afecto.
Recordar hoy tu
entrada en Jerusalén, Señor, significa para nosotros dejar que tu misterio
entre en lo más profundo de nuestra vida, para que allí hagas tu obra. Amén.
2. Lectura del texto: (Lucas 22, 14 –
20)
14Cuando llegó la hora, se puso a
la mesa con los apóstoles; 15y les dijo: Con ansia he deseado comer
esta Pascua con vosotros antes de padecer; 16porque os digo que ya
no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.17Y
recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: Tomad esto y repartidlo entre
vosotros; 18porque os digo que, a partir de este momento, no beberé
del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios. 19Tomó
luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi
cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. 20De
igual modo, después de cenar, tomó la copa, diciendo: Esta copa es la Nueva
Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.
3. Notas para profundizar el texto
1. Estamos, frente
a un texto de importancia capital: se narra el acontecimiento fundamental de la
fe cristiana, aquél con el que cada creyente debe confrontarse y conformarse
constantemente, aún cuando el texto que se ofrece en este domingo acaba en la
sepultura de Jesús. Lucas, es capaz de hacer ver al lector los sentimientos y
movimientos interiores de sus personajes principales, sobre todo, de Jesús. El
dolor terrible e injusto que padece se nos muestra a través del filtro de su
actitud inalterable de misericordia hacia todos los hombres y mujeres, aunque
estos sean sus perseguidores y asesinos; algunos de ellos quedan tocados e
impresionados por este modo suyo de afrontar el sufrimiento y la muerte, de tal
manera que dan signos de creer en Él: el tormento de la Pasión viene suavizado
con la potencia del amor divino de Jesús.
2. En el contexto
del Evangelio lucano, Jesús va solamente una vez a la Ciudad Santa: la vez
decisiva para la historia humana del Cristo y para la historia de la salvación.
Toda su narración evangélica es como una larga preparación para los
acontecimientos de aquellos últimos días, Jesús los pasa en Jerusalén
predicando y haciendo gestos, a veces de tono grandioso (la expulsión de los
mercaderes del Templo, 19,45-48), otras veces, misteriosos o provocadores (la
respuesta acerca del tributo debido al César, 20,19-26). El evangelista
concentra en estos últimos días acontecimientos y palabras que los otros
sinópticos ponen en otras fases de la vida pública del Señor. Todo esto se
desarrolla mientras el complot de los jefes del Pueblo se intensifica y se hace
cada vez más concreto, hasta que a Judas se le ofrece una ocasión propicia e
inesperada.
3. Lucas, para
indicar esta última y definitiva etapa de la vida del Señor, utiliza varios
términos en el curso de su obra: es una “partida” o un “éxodo”, es una
“asunción” y es un “cumplimiento”. Así pues, Lucas da a entender a sus
lectores, anticipadamente, cómo interpretar la terrible y escandalosa muerte
del Cristo al cual han confiado su propia vida: Él realiza un paso doloroso y
difícil de entender, pero “necesario” en la economía de la salvación para
llevar a buen éxito el “cumplimiento” de su itinerario hacia la gloria. El
itinerario de Jesús es paradigma del camino que cada discípulo suyo debe llevar
a cabo (Hch 14,22).
4. Su último
diálogo lo tiene Jesús con el Padre, intercediendo por los hombres y las
mujeres sus hermanos y haciendo entrega del Espíritu recibido para su misión
inminente. Jesús ha realizado ya la voluntad del Padre. Por eso nos puede decir
a cada uno que “hoy”, escatológicamente, estamos con él, el Emmanuel, el
Dios-con-nosotros. Ahora ya sí, de una vez por todas, “hoy”, definitivamente.
La sentencia condenatoria colocada sobre la cruz es la última de las mentiras
que se le imputaron. Jesús muere como lo que es: un Hombre, el último de todos.
El más hermoso de
los hombres ha muerto. Nunca hubo un Hijo más noble ni un hermano más
entregado. Su gozo primero ante la llegada del Reino de Dios, quiso
transmitirlo a todos. Los poderes del mal que los hombres generan se encargaron
de agriar el vino nuevo del Reino.
Pero su voz llegó
a algunos; y a aquéllos, su Espíritu también. La cadena de transmisión siguió,
y hoy los que le seguimos hacemos memoria suya con el propósito de entregar
nuestra vida, en la suya, por todos los hombres y mujeres, sus hermanos y
hermanas, los nuestros también.
5. Podríamos
subtitular el Oficio de la Pasión del Señor (OfP) escrito por Francisco de
Asís: “oración y seguimiento de Jesús” Este largo texto: cosido de salmos y antífonas
con el ritmo del oficio divino, fue producido por el hermano Francisco a lo
largo de su vida, en la meditación asidua de la pasión del Señor, desde sus
propias dificultades y pasiones. Francisco cumple en su contemplación la
llamada del evangelio: “mirar al Traspasado” (Jn 19, 37). A través de la fusión
y comentario de los salmos va dando nombre y contenido a los sentimientos,
sufrimientos e intuiciones que le habitan en su propio camino pascual
(desasimiento de sus proyectos, conversión a la fraternidad como proyecto
evangélico único). Su vida de creyente le lleva a vivir configurándose con el
Maestro a quien ama entrañablemente y con quien quiere entregarse por entero a
la voluntad del Padre, con llanto y lágrimas también.
4. Orar con el texto
He deseado
enormemente comer esta comida pascual con ustedes antes de padecer El primero
entre ustedes pórtese como el menor y el que gobierna como el que sirve Ustedes
son los que han perseverado conmigo en mis pruebas
Padre, si quieres
aparta de mí ése cáliz … pero hágase tu voluntad No lo conozco…cantó un
gallo…lloró Pedro amargamente Hijas de Jerusalén, no lloren por mi Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen, Hoy estarás conmigo en el paraíso Padre,
a tus manos encomiendo mi espíritu.
5. Algunas preguntas
Cuando tomes las
palmas en este domingo, hazlo con el deseo sincero de iniciar un camino junto
con Jesús:
¿Quieres entrar
con Jesús a Jerusalén, incluso hasta el Calvario?
¿Qué implica
contemplar con serenidad y amor cada uno de los pasos de Jesús en camino de su
Pasión, allí donde culminan los pasos de tu Dios?
¿Qué vas a hacer
para estar con Él allí donde Él está por ti?
6. Oración conclusiva
Padre, cada año
nos permites renovar los misterios de Jesús, tu Hijo amado. Te pedimos nos
concedas tu Espíritu Santo para seguir a Jesús hasta la Cruz y con él
participar en su resurrección. No permitas que la prueba final agoste nuestra
fe. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor, ante quien doblamos las
rodillas y el corazón. A ti la gloria y la alabanza por siempre. Amén.
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