RENOVACIÓN Y CAMBIO EN PRIMER LUGAR DE UNO MISMO.
Toda renovación, cambio o
salida de cualquier crisis que afecte a cualquier sociedad, a un país
determinado o al mundo en general no será eficaz ni válida si no comienza por la
renovación de las personas; pero no tomadas como grupo, no, sino tomadas como
únicas e individuales.
Generalizar e implicar a
todo un colectivo social, llámese partido político, sindicato, organización
empresarial, cultural, religiosa…, o del tipo que sea, en los males o errores
de algunas de las personas que conforman tales colectivos es un grave error,
que se acumula a los anteriores, por la generalización que se aplica y por el
injusto juicio que se hace condenando por unos pocos a todo un colectivo.
Pero parce ser que eso es
lo que impera hoy día: el juicio global, generalizador y lo que es peor
condenatorio, a veces hasta sin pruebas fehacientes y antes de que lo haga la
propia justicia, ante casos puntuales, más o menos abundantes pero al fin y al
cabo puntuales y personales, que cada
día acontecen y que la prensa ya se encarga de anunciar y propagar, a través de
sus múltiples medios, “a bombo y platillos”.
No estoy para nada de
acuerdo con tales actuaciones, ni tales juicios. Y menos en el campo de la
política, que es el que hoy día está más en la punta del iceberg por los
engaños y mentiras, las apropiaciones indebidas y rápidos enriquecimientos, por
las fugas de capitales y evasiones de impuestos, por las contabilidades y pagos
“en negro”, por los cohechos y tráficos de influencias, por las sociedades
“fantasma”, por los paraísos fiscales, por…, tantas y tan ingeniosas formas de
enriquecerse personalmente en el noble ejercicio de la “res pública”, que está
para servir y no para servirse, para buscar el bien común y no el propio.
Cada día, viendo lo que
se ve y conociendo lo que por poco tiempo permanece oculto, me convenzo más de
que generalizar y salpicar de suciedad a todos los políticos, cuando surge
algún desaguisado o corrupción entre ellos, casi siempre de tipo económico, es
injusto e irreal. Como cada día me convenzo más de que las personas que se
dedican al noble arte de la política tienen que estar suficientemente, por no
decir excelentemente preparadas para ejercerlo. Preparadas en todos los ámbitos
que abarca la correcta e integral educación y formación de una persona: el
cultural, el científico, el social, el ético, el moral y también el religioso.
Y alguien me podrá decir: ¡difícil me lo ponéis! Pues no. El político que trata
de ordenar, solucionar y hacer avanzar a una ciudad, a una región, a un país,
formados por personas, buscando el bien, el progreso y la felicidad de todos,
si no tiene preparación, altura de miras, ideales nobles, austeridad…, y además
los conocimientos suficientes, no podrá jamás desempeñar su función de
servicio, repito y subrayo de SERVICIO, con dignidad y con éxito.
Busquemos pues a los
mejores para que nos dirijan y gobiernen, a las personas que sabemos íntegras,
preparadas, desinteresadas, serviciales, altruistas, interesadas por todos y
que sepan retirarse a tiempo, sin mantenerse indefinidamente en sus cargos de
gobierno; a las personas, en fin, más aptas para la política, porque no todos
los políticos son iguales, ni a todos podemos ni debemos meterlos en el mismo
“saco”, ya que, de ser así, la desconfianza en ellos nos llevará a la
destrucción de la democracia y hacia un sistema de convivencia sin gobierno,
que no lleva a ninguna parte.
Fernando Gámez de la Blanca. 24 Febrero 2013.-
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