Oración de inicio de la Asamblea de HDB Pozoblanco. Preciosa.


Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios: lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

En otras ocasiones, Jesús fue visitando los grupos de HDB: se hacía presente, llenando de luz y gracia cada salón y cada pequeño grupo de personas. Sintió necesidad de conocerlas, de convivir un rato con ellas descubriendo lo sabroso del encuentro, decompartir generosamente la vida y la fe.

Gustaba de hacerles ver que, con la sencillez de sus vidas, la limpieza del corazón y la fidelidad a su Palabra, estaban colaborando con él en la misión que le había encomendado el Padre Dios: instaurar en cada familia y en el mundo entero un reino de amor y de misericordia para todos.

Cuando llegó el momento, Jesús no quiso despedirse de ningún grupo, sin dar un beso a quien lo estaba anhelando, sin hacer una caricia a quien con ojos lánguidos dudaba, sin lanzar una sonrisa a quien, calladamente, sufría en su cuerpo o en su alma. A todos y cada uno se dirigió, derrochando  ternura, para levantarles el ánimo y laesperanza, para curar las pequeñas heridas provocadas por los malos espíritus y algunas enfermedades; heridas con nombre de catálogo: la rutina, el desaliento, la desgana, el miedo y la indecisión, la inoperancia,  el egoísmo del propio interés,  la falta de tiempo… y de esfuerzo…, el no es tan importante ni merece tanto la pena.

Ya, con la puerta entreabierta, que dejaba pasar un soplo fresco de Espíritu, para que se quedara con ellos, Jesús dejó caer cadenciosamente sus últimas palabras del encuentro: Apóstoles o discípulos, hombres o mujeres, ricos o pobres, con poder o sin ello, inteligentes y con experiencia o menos… todos sois imprescindibles para la gloria de Dios, para anunciar su Palabra, para servir a todos en el amor, especialmente a los pobres y a los jóvenes , dando lo mejor de vuestras vidas.

Un tenue chasquido de la puerta indicó que se había ido.

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