Festividad de la Presentación de Jesús en el Templo.
/
Dios mío, ven en mi auxilio.
R/
Señor date prisa en socorrerme.
V/ Gloria al Padre…
R/ Como era en un principio…
Oración: Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que,
así como tu Hijo Unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado
hoy en el Templo, nos concedas, de igual modo,
a nosotros la gracia de ser presentados delante de ti con el alma
limpia.
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 23)
Ø ¿Quién es ese Rey de la
gloria? Es el Señor.
¡Portones, alzad los dinteles, que
se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria!
Ø ¿Quién es ese Rey de la
gloria? Es el Señor.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El
Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
Ø ¿Quién es ese Rey de la
gloria? Es el Señor.
¡Portones, alzad los dinteles, que
se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria!
Ø ¿Quién es ese Rey de la
gloria? Es el Señor.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El
Señor, Dios de los Ejércitos: él es el Rey de la gloria.
Ø ¿Quién es ese Rey de la
gloria? Es el Señor.
Salmo bíblico 23
1 De Jehová es la tierra y su
plenitud;
El mundo, y los que en él habitan.
2 Porque él la fundó sobre los mares,
Y la afirmó sobre los ríos.
3 ¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
4 El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.
5 Él recibirá bendición de Jehová,
Y justicia del Dios de salvación.
6 Tal es la generación de los que le buscan,
De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob.
7 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
8 ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.
9 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
10 ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová de los ejércitos,
Él es el Rey de la gloria. Selah.
El mundo, y los que en él habitan.
2 Porque él la fundó sobre los mares,
Y la afirmó sobre los ríos.
3 ¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
4 El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.
5 Él recibirá bendición de Jehová,
Y justicia del Dios de salvación.
6 Tal es la generación de los que le buscan,
De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob.
7 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
8 ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.
9 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.
10 ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová de los ejércitos,
Él es el Rey de la gloria. Selah.
Comentario
Es éste un
salmo de tono marcial y triunfante, en una especie de diálogo de los levitas.
Es probable que fuese compuesto con ocasión del traslado del arca a Jerusalén
(2 S. 6). En él observamos:
I. El dominio de Dios sobre el mundo por medio de su
providencia (vv. 1, 2)
II. Las cualidades que se requieren de los verdaderos
adoradores de Yahweh (vv. 3-6)
III. Concluye el salmo con un himno coral al Rey de la
gloria (vv. 7-10). En la Iglesia, los vv. 7-10 han sido referidos a la
ascensión del Señor a los cielos, pero se trata más bien de una profecía acerca
del regreso del Señor Jesucristo como Rey de la gloria para establecer en el
Monte Sión su reino mesiánico (Is. 24:23; Ap. 14:1).
Versículos 1-2
I. No hemos de pensar
que sólo los cielos pertenecen al Señor y que esta tierra, siendo una parte
insignificante del Universo, es tenida en menos por Dios, el cual no tiene
interés en ella ¡No, no es así! También la
tierra es de Yahweh y cuanto hay en ella(v. 1). 1. Cuando Dios la dio a
nuestros primeros padres, se la entregó como arrendatarios, reservándose El la
verdadera propiedad. Las minas, las bestias del campo, los frutos de la tierra,
nuestras casas y haciendas, y aun todas las mejoras que el hombre ha
introducido mediante su ingenio y su esfuerzo, todo es del Señor de los cielos.
En comparación con el reino de la gracia, todo esto es considerado como cosa
vacía, vanidad de vanidades; pero en el reino de la providencia es algo lleno:
«...y la plenitud de ella», dice lit. el hebreo del v.1. 2.
Suya es, de manera especial, la parte habitable de la tierra: «El mundo, y los que en él habitan»
(v Pr. 8:3 1). Nosotros no
somos dueños de nuestro cuerpo ni de nuestra alma: Somos de Cristo (1Co. 3:23).
II. La tierra es
de Dios por su indiscutible título de Creador de cuanto existe (v. 2): «Porque El la fundó sobre los mares
y la afianzó sobre los ríos.» El
la creó y acomodó para uso del hombre. La materia es suya, pues la hizo de la
nada; la forma también es suya, pues la hizo conforme a los eternos designios
de su mente. Continúa conservándola, ya que la afianzó, de forma que, aun cuando
las generaciones se suceden unas a otras, la tierra siempre permanece sin
alterar su estado general ni cambiar su órbita(v.Ec. 1:4). Firme fundó
la tierra, y firme sigue (Sal. 119:90).
Versículos 3-6
Desde este
mundo y de cuanto lo llena, la meditación del salmista se eleva, de pronto, a
las grandes cosas del mundo superior, cuyo fundamento no está en los mares ni
en los ríos.
1. Esta tierra
es el escabel de los pies de Dios; aquí estaremos por algún tiempo, muy poco,
pues hemos de ir en breve a otro lugar, y «
¿Quién subirá al monte de Yahweh?» (v. 3).
Es cierto que el monte de Yahweh es Sión, pero ya hemos dicho que tipifica al
Cielo y, en este sentido, hemos de preguntarnos: ¿Quién subirá al Cielo para
disfrutar de la gloria de Dios, después de haber disfrutado aquí de su gracia y
de su comunión por medio de la oración, la palabra sagrada y las ordenanzas? Un
alma que considere su propia naturaleza: su origen, su inmortalidad, etc., tras
considerar la tierra y cuanto la llena, quedará insatisfecha y se dirá: « ¿Qué
haré para subir al lugar santo, al santo monte donde Dios habita, y permanecer
en aquel lugar dichoso, donde Dios extiende su propia morada sobre los suyos?»
(Ap. 21:3).
2. Respondiendo
a esa pregunta, el salmista enumera las cualidades del pueblo de Dios, de los
que tendrán comunión con El en gracia y en gloria. Son: (A) Limpieza de manos: limpias de todo lo que ofende a
Dios, hace daño al prójimo y contamina al propio sujeto; es limpieza exterior.
(B) Pureza de corazón: la limpieza interior de un corazón
sincero, hecho nuevo por la gracia mediante la fe, y conforme a la imagen y la
voluntad de Dios (y. Mt. 5:8). (C) No haber alzado a lo vano su alma (lit.). Alzar el alma equivale a
dirigir el afecto hacia algo: «lo vano» (es decir, lo vacío e inconsistente;
hebr.shav). Esta expresión
designa primordialmente los ídolos (3 1:7; Jer. 18:15), pero también puede
significar lo efímero de la vida humana (89:7). (D) No haber jurado con engaño (y. 4); es decir, no haber defraudado
al prójimo mediante un acto religioso. Resume el salmista diciendo (v. 6): «Tal es la generación de los que le
buscan. » En toda generación
hay un remanente al que son contadas las cosas de Yahweh (22:30). Como es al
monte de Yahweh adonde tenemos que subir, es menester un esfuerzo especial en
buscar a Dios, pues es «cuesta arriba». Hemos de poner toda diligencia en
buscar el rostro de Dios, como Jacob (v. 6.
Comp. Gn. 32:30), es decir, en lucha con Dios, hasta prevalecer como Jacob, que
por eso se le cambió el nombre por el de Israel. Los que así buscan a Dios,
recibirán toda clase de bendiciones de Yahweh (v.5) y, en especial, la justicia, tanto forense como interior, del
Dios que salva (comp. 27:9).
Versículos 7-10
Hallamos ahora
ciertas repeticiones, que son usuales en los cánticos. Se demanda una y otra
vez la entrada del Rey de la gloria; las puertas deben ser abiertas de par en
par. « ¿Quién es ese Rey de la
gloria? ¡Yahweh el fuerte y valiente! ¡Yahweh el poderoso en batalla! » (vv. 8, 10).
1. Esta espléndida entrada que aquí se nos describe, se refiere con toda
probabilidad al solemne traslado del arca desde casa de Obededom al tabernáculo
que le había preparado David en Jerusalén (2 5. 6). Mejor que «puertas eternas», habría de traducirse «portones seculares», esto es, antiguos, aludiendo
quizás a la resistencia ofrecida por los yebuseos (v 2 S. 5:6-12).
2. Puede aplicarse a Cristo, de quien el arca, con su propiciatorio, era
tipo. Nótese, sin embargo —nota del traductor—, que se trata de una
acomodación. Así ha de entenderse todo lo que M. Henry dice a continuación. Las
puertas del Cielo le debían ser abiertas a Cristo, esas puertas que bien pueden
llamarse eternas. Nuestro Redentor las halló
cerradas, pero, habiendo hecho, mediante su sangre, expiación por el pecado y
obtenido así el título que le daba derecho a
entrar en el santuario (He.
9:12), como quien tiene autoridad, demandó la entrada, no sólo para sí mismo,
sino también para nosotros; porque, en calidad de pionero, ha entrado allá por
nosotros, abriendo el reino de los cielos a todos los creyentes. Podemos
aplicarlo también a la entrada de Cristo en el alma por medio de la Palabra y
del Espíritu, para poner allí su santuario, pues somos su templo. La presencia
de Cristo en las almas es como la del arca en el templo, pues las santifica.
Relectura Salmo 23 en clave cristina
Me
atemorizas un poco, Señor:
¿Quién
entrará…?
Y señalas
… los hombres justos,
Los
hombres limpios…
Los
hombres sin mancha…
Y… ¿soy yo
así?
Lo
intento, Señor, pero… ¿Soy yo así?
Para ti,
Señor, sí se abren
las
Puertas de la salvación.
Ayúdame
Señor a seguirte;
A ser imitador
tuyo
Y tener l
seguridad
Que se
abrirán las puertas del cielo
Para mí,
Señor.
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